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El poder transformador del liderazgo ético

Liderar es mucho más que gestionar recursos, tomar decisiones o diseñar estrategias. Y, por supuesto, es un arte muy alejado de imponer órdenes o inculcar disciplina.

Aunque el entorno empresarial actual — competitivo, incierto y complejo — nos empuja a menudo a centrarnos únicamente en la eficiencia y los resultados a corto plazo, los grandes retos que afrontan la mayoría de las organizaciones y la sociedad en su conjunto exigen una reflexión más amplia y profunda sobre el impacto y el verdadero potencial que tiene el liderazgo.

Más allá de habilidades técnicas y de gestión imprescindibles, los líderes genuinos, respetuosos, con pensamiento crítico y éticamente responsables son capaces de alcanzar los objetivos más ambiciosos fomentando a la vez un ambiente de colaboración basado en valores compartidos y en la búsqueda del bien común.

Además, inspiran a sus equipos para que trabajen no solo con eficacia, sino con integridad y con la ambición de contribuir al desarrollo de la sociedad, contagiando ese espíritu al resto de la organización.

Ética y liderazgo: confianza, responsabilidad y ejemplo

A partir de una entrevista reciente con el profesor del IESE Santiago Álvarez de Mon, hemos reunido en este artículo las piezas clave que componen el liderazgo ético, un potente motor del cambio positivo tanto en las empresas como en la sociedad.

1. Poder no equivale a autoridad

A menudo confundimos liderar con la mera posesión de poder que nos otorga el hecho de ocupar un cargo determinado. Tener la capacidad formal de tomar decisiones, de dar indicaciones y de que otros las obedezcan debido a nuestro rango no nos convierte en líderes. En cambio, el verdadero liderazgo se arraiga en la autoritas, término tomado del derecho romano que significa autoridad moral.

Esta distinción es crucial para comprender que la esencia de un líder auténtico se basa en su capacidad de influir, inspirar y guiar con el ejemplo. Es decir, a través de su conocimiento, su actitud y su manera de ejercer el rol. Así, la autoridad moral se construye sobre la base de la credibilidad, el respeto y la admiración, valores que son indispensables para cultivar relaciones saludables y duraderas dentro de cualquier comunidad.

2. Aprender de los errores y cultivar la confianza

A pesar de vivir en un contexto en constante evolución, el liderazgo sigue siendo un arte inherentemente relacional. En este sentido, además de una actitud íntegra y respetuosa, uno de los factores que más confianza generan es la capacidad de un líder de reconocer sus errores y aprender de ellos.

Según Álvarez de Mon, “hay que revisar nuestra relación con el error. Si un error lo interpretas en clave de fracaso, lo vas a colectivizar o vas a buscar un chivo expiatorio. En cambio, si es una forma más de caminar, es otra historia. Los más grandes, creativos e innovadores, si en algo han ganado, es en que se han equivocado más. Ahora, se equivocan rápido”.

3. Autoconocimiento y vulnerabilidad

Antes de poder liderar a otros, es fundamental aprender a liderarse a uno mismo. Este es, según el profesor, el encargo natural de todo ser humano: atreverse a ser uno mismo y a escribir el libro de su vida sin que nadie lo escriba por él.

Sin embargo, este viaje hacia la autenticidad y el crecimiento personal no debe confundirse con autosuficiencia. Dirigir a otras personas implica depender de ellas, y dar luz a esa relación y a la vulnerabilidad ligada al liderazgo contribuye a reforzar las relaciones y la sensación de seguridad dentro de un equipo. “Por muy buen director de orquesta que seas, un concierto nunca será maravilloso si los músicos no quieren; no hay manera de imponerlo. Si dependes de tu equipo, ¿qué tipo de relación quieres articular con ellos?”, se pregunta Álvarez de Mon.

4. Humildad e inteligencia en tiempos convulsos

En un mundo tan complejo y con cambios tan profundos y vertiginosos, la opción más inteligente es apostar por una actitud humilde en el liderazgo. Por un lado, esto nos permite adoptar una posición de aprendizaje y crecimiento continuos, ya que somos más conscientes de nuestras limitaciones y talentos, de nuestra conducta y de cómo nuestras acciones como líderes afectan a los demás.

Por otro lado, la humildad también nos ayuda a adaptarnos más rápidamente a los retos constantes que plantea un entorno cambiante, ya que estaremos más abiertos a escuchar las ideas y perspectivas del equipo, fomentando así un clima de innovación y mejora continua. “No es mando militar, es una relación presidida por la confianza, el respeto, la credibilidad y la energía”, afirma el profesor.

5. Gestión justa y equitativa del talento

El tratamiento justo y equitativo de los miembros del equipo es otro de los pilares básicos del liderazgo ético. Implica reconocer, valorar y desarrollar el talento individual de cada persona para que ocupe el lugar que le corresponde en la organización, contribuyendo con sus capacidades únicas.

Este enfoque mejora el rendimiento y fortalece el sentido de pertenencia y satisfacción entre los empleados, siempre que la empresa dedique el esfuerzo y los recursos necesarios para identificar y nutrir las habilidades y los intereses innatos de cada profesional y alinearlos, en la medida de lo posible, con roles que aprovechen sus fortalezas y encajen con sus aspiraciones.

Así, se pueden prevenir mejor los habituales problemas de responsabilidades mal asignadas que también afectan, en ocasiones, a los propios directivos: profesionales que han ido ascendiendo sin una verdadera vocación de liderazgo y que, al estar alejados de su naturaleza, se comportan de modo autoritario e inseguro.

6. Trabajo en equipo

El verdadero éxito se consigue cuando los diferentes miembros de un equipo colaboran y se apoyan mutuamente para alcanzar un objetivo común. Esta dinámica se sustenta en la confianza, el respeto y en la calidad de las relaciones interpersonales. La transición del logro personal al esfuerzo colectivo es una progresión natural para aquellos que están en sintonía con sus fortalezas y satisfechos con sus roles.

7. Pensamiento crítico

Un líder ético sabe que la educación juega un papel vital en su desarrollo, pero no únicamente para perfeccionar sus capacidades directivas o de gestión. La formación continua también favorece que los líderes se conviertan en pensadores críticos, capaces de cuestionar el status quo y llevar a sus organizaciones hacia nuevos niveles de progreso e innovación.

 

En un mundo marcado por métricas y resultados inmediatos, abogar por un estilo de liderazgo ético puede ser un viaje complicado y solitario. Sin embargo, esta es la única forma de liderazgo auténtico que existe. Una que va más allá del éxito individual para servir y darse a los demás, que impulsa el desarrollo de las personas y tiene un impacto positivo en la sociedad. Los programas para directivos del IESE te ayudarán a adquirir nuevas habilidades y a convertirte en el tipo de líder que el mundo realmente necesita.

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