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Médicos en el MBA. Historias de éxito.

Sabina Zus, Tiwatayo Lasebikan y Ankit Chawla quieren ejercer la medicina desde un puesto directivo para conseguir una sociedad más sana en todo el mundo.

Es motivo de orgullo para muchos padres: “Mi hijo es médico”. Ya sea en India, Nigeria o Rumanía, ser médico es un logro enorme por los largos años de duro trabajo que conlleva y porque no se considera un mero trabajo, sino una vocación noble.

Entre los alumnos de la clase MBA de 2024 del IESE hay tres médicos que han creído que su juramento hipocrático de servir a los demás debía incluir un grado en dirección de empresas para amplificar su impacto social. El IESE ha querido ayudarles en ese empeño con una de sus becas, con las que la escuela promueve la visión del liderazgo basada en la misión y el objetivo de preparar a los líderes del mañana.

Ankit Chawla, médico de la fuerza aérea india, está especializado en medicina deportiva. Tiwatayo Lasebikan es el noveno de una larga estirpe de médicos; su familia dirige tres hospitales en Nigeria, dos de ellos psiquiátricos, siendo él mismo psiquiatra. Y Sabina Zus ha trabajado en obstetricia y ginecología en su Rumanía natal y en Irlanda.

Ninguno de los tres piensa abandonar la medicina. Como señala Lasebikan, ser médico es una pasión completamente absorbente: “De hecho, si no estás absorbido por ella, no puedes dar lo mejor a tus pacientes”. Y el MBA no hace sino fortalecer esa pasión, ya que les permitirá devolver aún más a la medicina tras graduarse.

Subsanar la brecha de confianza

Chawla admite que fue su abuelo quien le inspiró a convertirse en médico tras aconsejarle que eligiera una carrera en la que lo importante no solo fuera ganar dinero. “Pero en mi trabajo anterior”, explica, “sentía que mi impacto era limitado. En el ejército me enviaban a zonas en las que yo era el único médico en 200 km a la redonda. Ni con toda la voluntad del mundo podía atender a tantas personas. En cambio, si logro que se instale un hospital allí, eso sí que tendría verdadero impacto”. Cree que un puesto directivo en el campo de la salud le permitiría conseguir más que dedicándose a la atención sanitaria individual.

Zus es de la misma opinión: “Si eres médico puedes visitar entre veinte y treinta pacientes al día, pero las decisiones que toma el director de un hospital afectan a todo el mundo. Durante la pandemia de COVID-19 nos dimos cuenta de lo mucho que debía cambiar la gestión hospitalaria, desde una mayor digitalización hasta una hospitalización que descarte a quien realmente no lo necesite. Tenemos que crear nuevos sistemas e idear nuevas soluciones”.

Los tres perciben una brecha de confianza entre la dirección y los facultativos en la mayoría de los sistemas de salud modernos, ya que unos intentan equilibrar las cuentas y los otros recelan de los recortes. Además, los directivos a menudo no tienen perfiles médicos, sino un máster en sanidad pública y ninguna experiencia en el trato con pacientes. Y cuando ocupan un nuevo cargo, todas estas presiones se hacen más patentes.

Lasebikan recuerda que, a veces, cuando quería recetar medicamentos de marca, miraba las cuentas y acababa analizando qué fármacos genéricos eran los más efectivos para reducir costes y, a la vez, mantener la calidad de la atención médica. En sus países no suele haber tanta abundancia de medicamentos como en los hospitales occidentales, lo que obliga a los profesionales médicos a ser creativos y, de paso, desperdiciar menos.

La pandemia sacó a la superficie muchas de estas tensiones. Mientras que Zus trabajaba en Irlanda con una relativa abundancia de equipos EPI, sus homólogos en Rumanía llevaban las mismas mascarillas durante horas e incluso días, unas condiciones en absoluto idóneas ni para los médicos ni para los pacientes. En cambio, Chawla cuenta la historia desde el punto de vista contrario. Como coordinador de COVID-19 de su hospital, intentaba conservar y racionar los EPI: “Había una gran desconfianza, ya que los médicos pensaban que la dirección trataba de economizar, pero lo cierto es que esta simplemente carecía de los recursos necesarios”.

Chawla cree que este problema va más allá de las crisis periódicas de recursos: “Acaban levantándose grandes barreras a la innovación. Ahí es, me parece, donde queremos incidir los tres”.

Una receta para el propósito

Lasebikan está entusiasmado con la oportunidad de aprender la parte directiva de la medicina gracias al programa de becas del IESE: “Sin la beca, no habría podido hacer este MBA”.

Quiere ayudar a mejorar el sector de la salud en Nigeria, con un interés especial en el acceso a los servicios de salud mental (la Organización Mundial de la Salud calcula que en África hay menos de dos trabajadores de salud mental por cada 100.000 habitantes). También le gustaría impulsar la innovación en áreas como la farmacéutica, la biotecnología y la tecnología médica.

Gracias a la beca, “podré elegir un trabajo guiándome por el propósito, sin tener que ir a por el sueldo más alto para devolver un préstamo”, dice Zus, que espera seguir trabajando en la salud femenina: “Soy una persona que realmente necesita que su trabajo sea una fuerza positiva. Me cuesta mucho renunciar a ser médico, una profesión en la que soy buena y por la que he trabajado mucho. ¡Y aún podemos mejorar la atención a las mujeres de tantas maneras!…”.

Ahora son médicos que están aprendiendo nuevas materias, como Dirección Financiera y Contabilidad. ¿Hay algo que echen de menos? “La cirugía”, exclama Zus. “Me apasiona”. Pero puede seguir practicando gracias al sentido del humor de sus amigos del MBA, que le han regalado el clásico juego de mesa Operación. “Me dijeron: ‘Siempre serás nuestro médico’”.

A Chawla la beca también le ha parecido un reconocimiento: “Me ha convencido de que la idea de adentrarme en la parte directiva era un acierto. Alguien que cree en tu propósito… eso es muy grande”.

 

Encuentra más información sobre el programa de becas del IESE y sobre cómo ayudar a otras personas de talento en: Giving IESE.

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