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Compasión, conexión transcultural y coaching
El III Simposio Internacional de Coaching Ejecutivo aborda el liderazgo humanista
12 de noviembre de 2018
¿Es posible ejercer un liderazgo humanista en las compañías globales, integradas por empleados de culturas diferentes? ¿Qué papel desempeña la compasión en la dirección de empresas?
Estas son algunas de las cuestiones que se trataron en el III Simposio Internacional de Coaching Ejecutivo, celebrado recientemente en el campus de Barcelona y cuyos temas han sido la conexión transcultural y la práctica del management compasivo.
El profesor Alberto Ribera, director académico de la Unidad de Coaching Ejecutivo del IESE, destacó el crecimiento del Simposio, pues ha pasado de los 40 asistentes de su primera edición a los 100 de este año. Lo que sigue igual es su finalidad, que Ribera definió como “servir al coaching profesional” y dotarlo de “sentido de misión”.
El profesor Yih-teen Lee, del departamento de Dirección de las Personas en las Organizaciones, abordó las necesidades y oportunidades del coaching ejecutivo en una época en que las fronteras se difuminan y la conectividad aumenta rápidamente.
La trayectoria educativa y profesional de Lee le ha llevado de Taipéi a Lausana, Barcelona, Angers y París. Un viaje que ha reforzado su faceta de experto en la conexión transcultural en cuestiones tan endémicas como la importancia cultural del trabajo en grupo frente al trabajo individual o tan cotidianas como las distintas interpretaciones de las expresiones en inglés de un país a otro.
Lee sostuvo que ya no basta con reconocer la existencia de diferencias culturales. Para ejercer un liderazgo compasivo, los directivos también deben tomar medidas concretas que propicien la conexión entre trabajadores de orígenes y culturas diferentes. Esa claridad, insistió, debe evitar riesgos como “hacer un énfasis excesivo en la adaptación cultural” o “contemplar las diferencias culturales desde un punto de vista negativo”. Puso como ejemplo el caso de un directivo de una compañía china que debía integrar a los empleados de una empresa japonesa recién adquirida. Como conocía algunas de las costumbres más sociales de sus homólogos japoneses, el directivo pasó dos años quedando fuera del trabajo con todos los miembros de su equipo.
Su objetivo no era la asimilación, sino conectar dos culturas corporativas y nacionales muy diferentes. Esos dos años de camaradería dieron resultado, pues la empresa japonesa acabó aceptando una estructura corporativa difusa e individualista ajena a su tradición cultural.
Este caso también pone de manifiesto que el éxito en la conexión transcultural pasa por una comprensión cognitiva, emocional y conductual, por ese orden. Según Lee, el objetivo del coaching ejecutivo transcultural es fomentar la ciudadanía global, es decir, que los directivos superen la adaptación y los marcos tanto de su país de origen como de acogida y “aprovechen su propia experiencia” para crear una empresa cohesionada pero diversa.
Los sentimientos importan
Jonathan Passmore, director del Henley Business School Centre for Coaching and Behavioural Change, habló de la importancia de la empatía y la compasión: “Los sentimientos son un elemento crucial de la toma de decisiones” y, por tanto, del éxito organizacional.
¿Pero cómo cultivar la compasión? Se trata de un proceso que exige concienciación, empatía y el deseo de ayudar y culmina en medidas concluyentes como la descrita por Lee.
El problema es que en las empresas actuales prima la racionalidad en detrimento de los sentimientos. Muchos de los directivos con los que habla Passmore descartan que los sentimientos jueguen un papel fundamental en las empresas, una idea que les parece una “tontería”.
Sin embargo, señaló Passmore, multitud de estudios corroboran que la compasión aumenta la felicidad, la resiliencia y el altruismo, sea cual sea nuestra cultura y sus normas supuestamente inherentes. Este dato debería convencer a los directivos para que abracen “todos los aspectos de lo que significa ser persona” tanto dentro como fuera del trabajo.
Aunque este cultivo de los sentimientos pueda parecer una tarea imposible en las empresas más rígidas y prácticas, Passmore subrayó que es sorprendentemente fácil. Es el caso de la práctica del mindfulness o atención plena, que no precisa de mucho tiempo. Por ejemplo, se puede realizar justo antes de una reunión, mientras esperamos en recepción.
Dedicando a estos ejercicios tan solo unos minutos al día, los directivos pueden reaprender el valor profesional de la compasión y el de “ser persona cuando estamos con otras personas”.